viernes, 5 de febrero de 2010

La Restauración

La Restauración es la etapa de la Historia de España que transcurre entre 1874 y 1931, si bien en realidad es más correcto circunscribirla al período que comprende el reinado de Alfonso XII y la regencia de María Cristina de Habsburgo. Comienza el 29 de diciembre de 1874 con el pronunciamiento del general Arsenio Martínez Campos en Sagunto. Sus principios ya aparecen en el Manifiesto de Sandhurst que dirige el príncipe Alfonso al país y redactado por el verdadero artífice y padre de la Restauración, Antonio Cánovas del Castillo.

El sistema de la Restauración se apoya en dos bases fundamentales: la Constitución de 1876 y el turno pacífico de partidos. La Constitución de 1876 es de carácter claramente liberal conservador y es la de mayor vigencia en la Historia de España ya que teóricamente está en vigor hasta 1931. El turno pacífico de partidos permite la alternancia en el poder de los llamados partidos dinásticos sin la necesidad de intervención de los militares, característica del liberalismo español de gran parte del siglo XIX y especialmente durante el reinado de Isabel II. Los partidos dinásticos son el Partido Liberal Conservador –Partido Conservador- liderado por Antonio Cánovas del Castillo y el Partido Liberal Fusionista –Partido Liberal- liderado por Práxedes Mateo Sagasta.

El funcionamiento del sistema se basa en la manipulación y la corrupción electoral y para el mismo es imprescindible la figura del rey que actúa como árbitro del sistema. Para ser presidente del Gobierno es necesario contar con la doble confianza del rey y las Cortes. En caso de crisis de gobierno el rey nombra a un nuevo jefe de gobierno y le otorga el decreto de disolución de las Cortes. A continuación se decide quiénes serán los nuevos diputados. Es el llamado encasillado del que se encarga el Ministerio de Gobernación. Los candidatos que no son de la circunscripción por la que se presentan reciben el nombre de cuneros. A continuación se transmite a los gobernadores civiles y los caciques el resultado electoral que debe producirse en sus circunscripciones electorales. Por último se celebran las elecciones que tienen que arrojar el resultado previsto. Para ello se ponen en marcha todo tipo de fraudes electorales. En caso de necesidad se produce el llamado pucherazo. Una vez conseguida la confianza de las Cortes el nuevo jefe de gobierno comienza su labor hasta que sea necesario reiniciar el proceso. Para dar una cierta apariencia democrática se permite la presencia en las Cortes de una minoría representativa de la oposición: republicanos, carlistas, etc.

La estabilidad del sistema es incuestionable y dura hasta el siglo XX. Sin embargo es un sistema antidemocrático y corrupto que sobre todo a partir de la crisis de 1898 será cada vez más criticado y cuestionado.

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